Bruno Walter, el gran director alemán, decía: “Dios es amor, pero el mundo es malvado y lleno de dolor: ése es el pensamiento último de la Missa Solemnis”. Compuesta en 1818, la Misa es una obra “endiablada” por su dificultad extenuante para los cantantes del coro —algunos críticos de la época afirmaron que exhibía sonidos “herejes” no aptos para una misa—. Fue estrenada parcialmente el día del estreno de la Novena Sinfonía (Viena, 1824), con la que se la empareja, hasta el punto de que muchos la consideran la mejor Misa jamás creada. La reflexión de Beethoven sobre lo sagrado crea sonidos potentes, poderosos, sobrehumanos, nunca antes utilizados en una misa, pero a la vez plenos de espiritualidad. Se trata de una de las pocas composiciones sacras de Beethoven y de uno de los mayores logros en la historia de la música. La interpretación de la obra en Baluarte a cargo del Orfeón Pamplonés, la Orquesta Sinfonía de Varsovia y solistas dirigidos por el maestro Gerd Albrecht, dan motivos sobrados de expectación.
Director: Gerd Albrecht
Orquesta Sinfonía de Varsovia
Orfeón Pamplonés. Director: Igor Ijurra
Jutta Böhnert, soprano
Iris Vermillion, mezzo
Herbert Lippert, tenor
Thomas Laske, bajo
PROGRAMA
Ludwig van Beethoven (1770-1827)
Missa Solemnis, en Re mayor, Op.123 (81')
I. Kyrie (10’)
II. Gloria (18’)
III. Credo (20’)
IV. Sanctus (17’)
V. Agnus Dei (16’)